domingo, 8 de mayo de 2016

El verdadero significado...

Hoy os voy a definir una palabra, una palabra muy de "moda" de la que todo el mundo habla. Se escucha mucho en las avenidas de grandes ciudades, en prestigiosos sillones de modernas oficinas, en cafés y restaurantes. Se lee en revistas, en libros, hasta en pancartas. Hay muchos que la definen, que le dan significados muy diversos, según lo que les convenga en cada momento. Otros dicen que hasta defienden a esa palabra que comentan que tanto engloba. He escuchado que hasta es un sentimiento, una forma de vida, algo que va por dentro. Yo que no soy mucho de avenidas ni oficinas, tuve la suerte de conocer el verdadero significado de esa misteriosa palabra y os lo voy a contar. No lo encontré en ningún libro, ni en la facultad, ni en una pancarta. Tampoco estaba a la sombra de un semáforo ni salió de un tubo de escape. Me lo contó una vieja amiga una bella tarde de primavera en un sitio inesperado.

Era una tarde cualquiera de esas que huyendo de la modernidad y la civilización me voy al campo con la cámara. Como siempre, iba buscando la tranquilidad del toro bravo. Un paseo despacio, saboreando los olores de la tarde, vislumbrando las acuarelas que mi amiga me enseña de vez en cuando, nada más que cuando sabe que voy solo. Pero aquella tarde no quería. Fui a ver a los utreros y al verme corrieron alocados a la otra punta del cerrado. Los erales también me evitaron, salvo uno que despistado bebía en un charco que habían formado las últimas lluvias.

Los utreros corrieron a la otra punta del cerrado...
...y los erales también se fueron, excepto uno que bebía despistado...
Estaba extrañado. Parecía que molestaba allí, como si viniese de la gran ciudad, como si mi amiga no me conociese. Seguí paseando, casi de puntillas, como queriendo pasar desapercibido. No sabía que ella estaba escondida porque me quería contar un secreto, un secreto que nadie sabía, un misterio que guarda el campo en lo más profundo de su ser. Aquella tarde no se escuchaba nada. Un silencio sepulcral invadía el ambiente. No había hecho ninguna foto, el campo parecía vacío. Aburrido y cansado me senté entre dos comederos de un cerrado de toros. Los toros estaban igual de tranquilos que la tarde y mi aburrimiento seguía aumentando. Casi todos dormían, alguno se rascaba con su larga lengua y entre sueños uno se estiraba para volverse a dormir otra vez. Un castaño, más aburrido que yo, se mordía los pelos del rabo, o quizás lo hacía para no contarme el secreto que me aguardaba.

Casi todos sesteaban....
...alguno se rascaba con su larga lengua...
...y entre sueños uno se estiraba para volverse a dormir otra vez...
...mientras un castaño se mordía el rabo para no contarme el secreto que me esperaba...
Seguí esperando un rato. allí sentado entre los dos comederos. Cuando me iba a ir, dejando el campo para una tarde mejor, un toro se levantó y empezó a escarbar quitándose las moscas del lomo. Pensaba que los demás toros se levantarían y se animaría la tarde, pero aquel toro se volvió a echar. Ya no aguantaba más, me levanté dispuesto a marcharme, pero entonces mi amiga apareció. Una bella mariposa se había posado en el comedero junto a mí. Tras ella venía un precioso pajarillo que quería cazarla pero al llegar se asustó con mi presencia. Detrás de mi, un escarabajo subía por el borde del comedero buscando su comida. Me quedé un rato observándolo, viendo como subía dificultoso.

Un toro empezó a escarbar...
...y cuando me iba a ir una bonita mariposa apareció...
...tras ella venía un pajarillo que se asustó...
...y detrás de mi un escarabajo buscaba su comida dificultoso...
La tarde seguía tranquila pero algo parecía haber cambiado. Ya se escuchaban algunos pájaros y aunque los toros seguían echados, pude ver una perdiz a lo lejos. Venía temerosa, midiendo cada paso que daba. Se metió entre los toros, como si se sintiese protegida. Siguió andando, mirando a todos lados y cada vez se acercaba más. Se paraba, miraba, daba un paso y volvía a pararse. Yo estaba completamente quieto, admirando la belleza de aquel animal, sin querer molestarlo. Entonces la perdiz avanzó más y ante mi sorpresa se subió en el comedero. Esperó unos segundos y comenzó a andar por el borde del comedero segura de sí misma, casi desafiante. Parecía saber que yo estaba allí, como si alguien se lo hubiese contado. Parecía que venía a preguntarme algo o a ver quien era. Me miró de cerca, a los ojos, se dio la vuelta, se tiró al comedero y empezó a comer tranquilamente.

Pude ver una perdiz entre los toros...
...siguió andando, midiendo sus pasos, cada vez se acercaba más...
...ante mi sorpresa se subió al comedero...
...y empezó a andar por el borde...
...me miró a los ojos desafiante y tras unos segundos...
...se dio la vuelta y se metió a comer tranquilamente...
Estaba ensimismado en aquella perdiz cuando escuche un pequeño ruido detrás. Me giré y pude observar la cabecilla de un conejo que me miraba escondido. Tras unos instantes, salió y desde el comedero se giró. Al poco tiempo otro conejo más apareció junto a él y se fueron al interior del comedero en busca del alimento.

Me giré y pude observar a un conejo que me miraba escondido...
...tras unos instantes, salió y se giró...
...al poco tiempo otro conejo apareció...
...y se metieron a alimentarse en el comedero...
Estaba nervioso, asombrado de lo que estaba viendo. Pero entonces, de repente, la perdiz se salió del comedero y los conejos se fueron corriendo a toda velocidad. No sabía que pasaba ¿Había sido yo? Quizás me había movido demasiado. Una sombra se dibujó en el suelo y entonces, pude ver en el cielo el motivo de la huida. Un águila campeaba la zona en busca de comida, como si supiese que allí había animales de los que alimentarse.

De repente, la perdiz se salió...
...los conejos se fueron corriendo a toda velocidad...
...huyendo de un águila que campeaba la zona...
Pensaba que los conejos y las perdices ya no volverían, pero entonces mi amiga me desveló su secreto por completo. Al poco tiempo aquellos comederos de toros bravos se llenaron de animales. A uno llegaron perdices y conejos y al otro cientos de pájaros y más perdices. Una algarabía salvaje se mezclaba en una estampa tan bella como peculiar. Parecía un cuento, un cuadro, una historia ficticia, pero era tan real como la vida misma.

A un comedero llegaron conejos y perdices...
...y al otro más perdices y muchos pájaros...
...formando una algarabía tan bella como peculiar...
No me creía que aquello pudiese ser verdad. No quitaba ojo a aquel espectáculo secreto que guardaba el campo y que esa tarde estaba viendo. Entonces los conejos se espantaron de nuevo. Estaba vez no era un águila. Una sombra enorme llegaba en busca del que era su alimento. Cuando vieron que era un toro todos los animales volvieron tranquilos al comedero, como si supiesen que el toro es su protector, que comparte su alimento y que gracias a él comen todos ellos. En el otro comedero otro toro metió la cabeza y los pajarillos, más desconfiados, volaron asustados, pero volvieron con la misma rapidez que se fueron.

Con una sombra negra los conejos se espantaron de nuevo...
...pero cuando vieron que era un toro volvieron tranquilos...
...otro toro metió la cabeza y los pajarillos volaron desconfiados...
Me sentía tan feliz y asombrado que no levantaba la vista de allí, pero entonces me acordé de los toros. Cuando miré hacia arriba vi un hocico negro casi encima de mi. Me quedé paralizado. Estaba tan cerca que podía hasta contarle los pelos de los bigotes. Veía las gotas húmedas de su hocico, casi podía olerle el aliento. El toro, muy tranquilo, como si yo no estuviese allí, se dirigió hacia el comedero y empezó a comer. Masticaba casi encima de mí, pero lo que estaba viviendo en esos momentos me mantuvo allí quieto. Miré alrededor y los demás toros ya estaban mucho más activos. Uno clavaba los pitones en el barro y lo arrancaba demostrando su fortaleza, otro berreaba al cielo de esa tarde tan especial y mientras uno se rascaba en el tronco de un árbol pude ver otra perdiz. La seguí con la mirada y me llevó de nuevo al comedero.

Podía contarle los pelos, veía las gotas húmedas de su hocico...
...y muy tranquilo se dirigió al comedero, masticando casi encima de mí...
...los demás toros estaban más activos, uno clavaba los pitones en el barro...
...otro berreaba al cielo de aquella tarde...
...y pude ver otra perdiz que me llevó de nuevo al comedero...
Muchos más animales habían llegado en busca de su comida. Perdices, conejos, pájaros... Toda esa variedad de especies en un simple comedero, todos mezclados compartiendo alimento gracias al toro bravo. Unas grajillas también llegaron y empezaron a comer, pero al poco tiempo un buitre pasó cerca del cerrado y volaron desconfiadas hacia otro lugar. Desde ese momento, aquellos animales que se alimentaban en el comedero, temerosos, parecían organizarse para mantener la guardia. Los pajarillos iban y venían, como si revisasen los alrededores, mientras que algún conejillo mantenía la guardia con sus orejas tiesas. Las perdices, quizás más seguras de su enérgico vuelo, solo miraban de vez en cuando. Varias especies, un mismo alimento y un mismo guardián, el toro bravo.

Muchos más animales habían llegado en busca de su comida...
...unas grajillas también empezaron a comer...
...pero un buitre pasó cercano...
...y volaron desconfiadas hacia otro lugar...
Desde ese momento, los pajarillos iban y venían...
...y algún conejo mantenía la guardia con sus orejas tiesas...
Los animales cuando terminaban se iban y otros venían. No había egoísmo. Aquel alimento era para el toro bravo y aunque parecía que alguna vez un toro se comería a algún conejo, allí se compartía para todos. Como si estuviese en un sueño, con la sonrisa en la cara, decidí irme. No quería molestar, no quería romper aquella loca armonía. Ya había visto todo lo que tenía que ver.

Los animales cuando terminaban dejaban su sitio a los demás...
...y aunque algún toro parecía comerse a algún conejo, la comida era para todos...
...entonces decidí irme, no quería ver más, ya había visto todo lo que tenía que ver...
La tarde caía y me fui a un cerro a ver como el sol se despedía. Me tiré en la hierba, repleto de vida y respiré el perfume del atardecer. Había palpado un sueño con los dedos, un misterio de esos que solo el campo sabe que existen. Unas yeguas con sus juguetones potrillos me acompañaban mientras pensaba, allí tirado, en aquel secreto que me había mostrado mi vieja amiga la naturaleza. Pensé en mil cosas. En el campo, en la ciudad, en las avenidas, en las mariposas, en las pancartas, en los semáforos, hasta en los antitaurinos. Los olores del campo, sus visiones, la soledad acompañada de la naturaleza me había abierto la mente. Entre los relinchos de un potro me vino a la cabeza aquella palabra tan de "moda". Entonces sonreí, no lo sabía nadie pero aquella tarde, viendo el sol desaparecer, yo ya lo sabía, sabía el verdadero significado de la palabra ecología...