lunes, 29 de julio de 2013

Los toros de la Ermita: Ana Romero


Estamos en el centro de la provincia de Cádiz, cerca de Medina Sidonia, a los pies de Alcalá de los Gazules. Ahí, rodeada de campo y naturaleza, casi perdida, entre acebuches y alambrados, se encuentra una ermita. Es el hogar de la Virgen de Los Santos. Oficialmente es Patrona de Alcalá pero existe tanta devoción hacia ella que es Patrona de todo el campo gaditano.

La ermita de la Virgen de Los Santos
Dicen de ella que es muy milagrosa y vienen peregrinos desde toda la provincia a visitarla. Por ello en la soledad del campo hay distintas cruces que les indican el camino.

Una de las cruces que indican el camino a los peregrinos
Esta pequeña Virgen, detrás de su ermita, guarda un tesoro. Es un tesoro añejo en forma de bravura y naturaleza. El cofre es la finca "Las Cobatillas" y el tesoro plateado que guarda en su interior son los toros cárdenos de Ana Romero.

La naturaleza de "Las Cobatillas"...
...esconden el tesoro plateado, los toros de Ana Romero
Esta ganadería de encaste Santa Coloma fue formada con vacas de D.Alipio Pérez-Tabernero y sementales de D.Joaquín Buendía a finales de los años cincuenta. Actualmente en "Las Cobatillas" la familia Carrasco Romero y su mayoral Paco Gómez, junto con la ayuda de su Virgen, intentan conservar el toro clásico de Santa Coloma. Por tanto el toro de la divisa paja y celeste es, morfológicamente, un toro en su mayoría cárdeno, bajo, reunido, bien hecho, sin un tamaño excesivo y sin mucha cara, pero con una mirada muy viva que le da una seriedad especial.

Es el toro clásico de Santa Coloma: cárdeno, bajo, sin excesos...
...y con una mirada agresiva que le aporta mucha seriedad
Ese es el toro típico de Ana Romero pero aun así todavía hay saltos hacia atrás apareciendo toros más asaltillados con más cara, degollados y más finos, y toros más ibarreños con capas más oscuras, algo más bastos y con más badana.

También aparecen toros más asaltillados...
...y otros más ibarreños
En lo referente al comportamiento estos toros cárdenos son muy temperamentales tanto en el campo como en la plaza. Debido a ello, en el campo, no pueden estar en un número de más de tres toros por cerrado porque se matan entre ellos. A pesar de ello todos los años aparece al amanecer algún toro muerto en "Las Cobatillas". En la plaza mantienen el sello de Santa Coloma y destacan por su poder en el caballo y la clase y recorrido en la muleta, pero no son toros fáciles y hay que saber lidiarlos. Múltiples triunfos abalan su palmarés, como las dos vueltas al ruedo en el Puerto hace unos días, pero los toreros no los quieren por ser toros, como tienen que ser, toros bravos.

Debido a su temperamento no pueden estar más de tres en un cerrado...
...temperamento que desarrollan en el peto y en la muleta...
...pero a pesar de los triunfos siguen relegados de los carteles y ferias importantes
Tras la ermita nada ha cambiado con el paso del tiempo y las vacas en verano, a pesar de que la ganadería se formó en 1959, todavía se separan en dos lotes: las que tuvieron un comportamiento en la tienta y un tipo más de Alipio y las que están más en tipo de Buendía. También se mantienen tradiciones como el trabajo a caballo, algunos cercados de pared de piedra, los bueyes son vacas retintas autóctonas de la zona y el respeto por la naturaleza y el campo bravo.

Las tradiciones se mantienen, como separar las vacas más en Alipio...
...y las que están más en el tipo de Buendía...
...también en el trabajo diario a caballo...
...en paredes de piedra tan poco usuales en esta región...
...las vacas retintas de la zona actúan como bueyes...
...y la naturaleza es respetada y acompaña a los toros durante toda su vida
Así vive el toro de Ana Romero hasta que la Virgen decide lucir una parte de su tesoro plateado. Entonces sus toros, los de la mirada viva, salen desde detrás de la ermita, siguen el camino que les marcan las cruces, pasan por delante de la Señora de Los Santos, se despiden de ella y lucen su bravura por los diferentes cosos de la península ibérica...

Los toros de la mirada viva y agresiva...
...parten desde detrás de la ermita...
...siguen el camino que le marcan las cruces...
...se despiden de su Virgen de Los Santos...
...y luchan por ella en la arena dorada de la plaza...

viernes, 26 de julio de 2013

El Ermitaño del Campo Bravo

El campo, como la vida, te sorprende de vez en cuando. Hay veces que algunas de esas sorpresas te sorprenden menos porque las puedes llegar a esperar, pero hay otras que son tan inesperadas que te marcan para siempre.

Ahora en verano, normalmente por la tarde, visito el campo bravo. Me gusta salir cuando todavía el sol aprieta, cuando las moscas molestan y los toros se refugian del intenso calor. Hasta el atardecer el campo te puede sorprender con muchas cosas, puedes ver un toro que se rasca con el acebuche, el que con su mugido parece agradecer que el calor se calme, el pelo enganchado en el alambre de la pelea de la noche anterior, la nueva camada de perdices que corretean por los cerrados...

El toro que se rasca con el acebuche...
...el que agradece con su mugido que el calor se calme...
...los pelos enganchados en el alambrado tras la pelea...
...la nueva camada de perdices...
El campo es un misterio y si estás atento te engancha con sus sorpresas. Puedes observar al toro que escarba y levanta el suelo que pisa, puede que te observen a ti desde la lejanía, incluso cuando cae la tarde puedes intuir entre una nube de polvo una agresiva pelea de toros...

El toro que escarba...
...el que te observa escondido...
...la pelea entre el polvo al atardecer...
 Todo eso son sorpresas que, a veces, te depara el campo hasta que al sol le entra la timidez y se esconde en el horizonte. Entonces solo se adivina la silueta de los toros y llega el momento de volver a casa.

La tarde cae y llega el momento de volver a casa
 Pero todo eso te asombra por su belleza pero sabes que, si tienes suerte y eres paciente, puede pasar. Lo que no es frecuente es, entre tanto toro, belleza y soledad, hacer un amigo.

Una de esas tardes el campo me tenía guardado un regalo y, a la vez, una cura de humildad. Allí, sentado al lado del alambrado, casi camuflado, con su sombrerillo de paja como compañero, estaba él. Pertenecía al ambiente que lo rodeaba. No destacaba. Parecía un árbol más, un toro o un palo del alambrado, pero se llamaba Antonio.

Camuflado, con su sombrero como compañero...
 Cuando pude acercarme un poco y empezamos a hablar me sorprendió todavía más. Era delgado, mayor, con muchas arrugas y algunas canas que le daban un aspecto de sabio. Y era un enamorado del campo. Me contó que estaba viejo y que tenía familia pero no quería molestar en casa de nadie, prefería vivir por si mismo. Me dijo además que el pueblo no le gustaba, que se aburría y que para lo que le quedaba quería pasarlo junto a lo que más le gustaba: el campo bravo.

Observa al toro desde lejos, sin molestarlo...
 Durante la charla mi sorpresa y admiración aumentaban por momentos pero estalló cuando me contó su modo de vida. Dormía en un comedero de toros que había en un cerrado abandonado. Allí ponía su saco de dormir hasta las cinco de la mañana que iba a ver y a escuchar a los toros que, según el tiempo, se solían pelear.

Al atardecer y por la noche los toros se pelean mucho más...
 Me habló de la naturaleza y de la vida moderna. Una de sus palabras fueron "El hombre no sabe convivir con la naturaleza. Ahora todo le estorba" El mejor ejemplo me lo puso cuando llegó el momento de contarme de que vivía. Aquel ermitaño del campo bravo vivía de cazar conejos. Cazaba tres o cuatro cada noche y, cada dos o tres días, iba al pueblo a venderlos. Con el dinerillo que sacaba se compraba los alimentos para subsistir junto al toro bravo. Después de eso me dijo "todas las noches hay un zorro que viene del monte aquel y me quita algún conejo que pillo en el lazo. Se por donde viene y por donde se va, y lo veo quitármelos. Hay veces que paso hambre pero, en lugar de matarlo como harían otros, me limito a observarlo y a admirar su belleza. Hay que saber convivir con la naturaleza"

"El zorro viene del monte aquel..."
Aquellas últimas palabras me conmovieron. Estaba ante un ser superior. Un sabio del campo bravo que conocía al toro, al zorro, al conejo... Sabía de vientos y comportamientos, del toro pegado y del mandón. Aquel hombre era un libro abierto.

Pasó toda la tarde y no hice ninguna foto. Estuve escuchándole hasta que solo se observaba la silueta de los toros entre los acebuches. Tras un saludo él se fue andando a descansar al comedero a esperar al zorro y a escuchar a los toros durante la noche. Yo me fui de vuelta a casa sorprendido. Él no se llevaba en el campo hasta el anochecer, él vivía y sentía la noche del campo. Fue una sorpresa, de esas que te da el campo, encontrarse con Antonio, el sabio de los vientos y del toro, cuya cama es un comedero y convive con la naturaleza, el ermitaño del campo bravo...

martes, 23 de julio de 2013

La vida en camada: Añojos

Tras el herradero, independientemente de si es a la a la antigua usanza o con el moderno cajón, el becerro comienza una nueva vida, la vida en camada. Ahora está entre uno y dos años de edad, es el llamado Añojo.

Estampa típica de un añojo
En la camada el añojo ya se olvida completamente de su madre y debe valerse por si mismo. Ahora se establece una jerarquía que ya se intuía con aquellas peleas de becerros. Es el momento de ir creando una estructura jerárquica que determinará quien bebe primero, quien sestea en el mejor lugar y quien es el que accede a todos los privilegios del cerrado. Para ello los añojos se pelean, pero todavía más que peleas parecen juegos de niños. Existen aún muchas diferencias entre los que nacieron a principio de la paridera y los que nacieron al final. Los más grandes y desarrollados serán los que manden. A pesar de ello la jerarquía no es tan dura como cuando tengan cuatro años y sean toros. Todavía cuando el grupo intuye algún peligro se unen todos y dejan de lado las riñas para protegerse.

Los añojos con sus juegos establecen el orden jerárquico...
...aunque los más grandes y desarrollados...
...suelen mandar sobre los más pequeños nacidos más tarde...
...pero todavía se protegen unos a otros ante algún peligro
Dependiendo de la ganadería y las costumbres de cada una los añojos viven solos en un cerrado o comparten dependencias con otras camadas superiores. Esto es bastante frecuente en la época estival en la que añojos, erales e incluso utreros apuran el rastrojo de los cultivos ya cosechados. En esa amalgama de animales mandan lógicamente los utreros o los erales, pero los añojos van aprendiendo algunas costumbres de sus mayores. Aprenden a escarbar, a montarse unos a otros como demostración de superioridad e incluso aprenden a berrear a los cuatro vientos todavía con cierta voz de niños adolescentes.

Los añojos comparten cerrado con erales y utreros...
...y aprenden de ellos a escarbar...
...a demostrar su dominio montando a los demás...
...y a berrear al cielo veraniego de la finca
Por su parte las añojas ven pasar el tiempo en otro cerrado de la finca. Las hembras son mucho más tranquilas que los machos y aunque también se pelean y establecen su propia jerarquía son mucho más sociables. Ellas van juntas a casi todos sitios y es raro que se separen. Si observan algún peligro se unen con más fuerza que los machos y para evitar alguna sorpresa incluso descansan todas agrupadas y al mismo tiempo.

Las añojas son bastante más tranquilas...
...y descansan todas juntas para evitar algún peligro
Así va pasando la vida de los añojos. Con el ajetreo de sus juegos y riñas van rompiendo la tranquilidad del campo. Tan solo los interrumpe la visita del vaquero que cada mañana va a reparsarlos y a observar que todo este bien. De vez en cuando los molesta el ganadero que observa como será la camada a la que pertenecen y vislumbra los que llegarán a toros y los que se quedarán por el camino. Observa a algunos que por algún accidente en el herradero habrá que quitar antes, al que se clavó un alambre en el ojo jugando con el compañero, apunta los números de los gachos que habrá que quitar de erales y se sorprende por ver al "listo" que todas las mañanas mete las patas en el pilar para refrescarse del sofocante calor del verano.

El vaquero con su garrocha al hombro repasa a los añojos...
...observa a los más desarrollados...
...al que se partió el pitón en el herradero...
...al que no ve por un ojo debido a un golpe...
...al gacho que habrá que lidiar en novillada...
...y al listo que se refresca en el agua del pilar
Todavía son casi niños pero el tiempo pasa rápido. La añoja piensa ya en su destino, en la puya del picador en el tentadero, mientras el añojo observa los tonos dorados del campo soñando con ser eral y ser el líder de la camada...